Que
la web del periódico El País publique un artículo -en su sección de Arquitectura- relacionado con una
técnica de construcción es una buena noticia para todos aquellos arquitectos
que nos dedicamos a esas otras (muchas) facetas de la profesión que
apenas tienen repercusión en los medios de comunicación.
Que,
además, ese artículo recoja el enlace a una tesis doctoral relacionada con esa
técnica constructiva es algo insólito, casi motivo de celebración. Para gv408
arquitectos, la celebración es triple porque el artículo se publicó el pasado
sábado, porque la técnica de construcción referida es la bóveda tabicada y, especialmente,
porque la tesis doctoral es la de nuestra socia Esther Redondo Martínez (“La bóveda tabicada en España en el siglo XIX: la transformación de un sistema constructivo”).
El
periodista Juan Antonio Aunión recoge en su artículo la descripción que hizo
Antoni Gaudí de la bóveda tabicada: “es el elemento más precioso de nuestra
construcción: permite ejecutar con simplicidad y rapidez las formas más
complejas, no exige cimbras y tiene gran resistencia en relación con su ligereza
y con la simplicidad de sus componentes”, cita que encabeza la tesis de Esther
dirigida por Santiago Huerta Fernández (que fue nuestro profesor en la ETSAM y al
que se menciona repetidamente como un “apasionado hasta la
obsesión de las bóvedas y de la historia de la construcción”).
Para
profundizar un poco más en esta técnica constructiva y para celebrar la buena noticia,
transcribimos un par de párrafos de la introducción a la tesis de Esther sobre las bóvedas tabicadas:
Se
encuentran ejemplos en muchos lugares alrededor del mar Mediterráneo, pero en
España se desarrollan con singular intensidad, probablemente por la condición
de este país de cruce de las tradiciones constructivas árabes (uso del yeso y
del ladrillo) con las formas y requerimientos de la arquitectura cristiana.
En
España hay ejemplos documentados desde los últimos años del siglo XIV. Aparece
en el Levante y se extiende con rapidez por la zona centro y sur de la
península, debido a sus evidentes ventajas: bajo peso y rapidez de ejecución.
En el siglo XVII es un sistema constructivo usual, como lo demuestra su
descripción en distintos tratados. Se emplea principalmente en bóvedas y
cúpulas de iglesias. En Castilla son bóvedas de una hoja con armadura de madera
por encima; en Valencia son más frecuentes de dos hojas, la exterior
funcionando como base del tejado.
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